sábado, 5 de mayo de 2012

NARRACIONES
·         Presentación, nudo y desenlace.
Hace ya veinte años, en un pueblecito de Granada vivía una niña llamada Clara.
Era una niña tímida y vergonzosa, nunca quería salir a jugar al parque con los niños  ni relacionarse con los demás. Siempre estaba metida en su pequeña habitación leyendo cuentos de aventuras pero, ¿por qué Clara era así?...
Clara disfrutaba muchísimo en el colegio, le gustaba leer, estudiar pero lo que más le gustaba era jugar en el patio con sus amigas, sin embargo nuca pudo hacerlo como a ella le hubiera gustado.
La pequeña tenía gafas, un parche en el ojo, pelo muy rizado pelirrojo y muchas pecas en la cara. Debía ser por este motivo que sus amigas siempre la rechazaban en el juego.
Clara nunca pudo hacer amigas debido a sus aspecto físico pero ella nunca perdió la esperanza.
En los estudios era muy buena alumna, sacaba matrículas y buenas notas. Fue avanzando en los cursos mientras alguna de sus compañeras que se reían de ella se iban quedando atrás  repitiendo cursos.
Cuando Clara terminó el colegio, empezó la carrera  de empresariales, como era de esperar en ella la sacó curso por año y empezó a trabajar en una gran multinacional.
Fue ascendiendo de puestos hasta ocupar un cargo muy importante. Ella hacía las entrevistas de trabajo y decidía quien se quedaba a trabajar en la empresa.
Una mañana, Clara se asomó a ver la cola de gente que esperaba para hacer la entrevista. Era enorme, daba la vuelta a la manzana del edificio.
Comenzaron las entrevistas y cuando ya había avanzado la cola más de la mitad… ¡Vaya sorpresa! Eran dos antiguas compañeras del colegio, si, aquellas niñas que se reían de ella.
Clara las entrevistó sin ningún tipo de rencor. ¡Nunca  puedes saber lo que te deparará la vida ni con quién se te vas a encontrar!

·       Diálogo y descripción.

Olivia y Marcos eran dos hermanos muy traviesos que vivían en un pueblo de Asturias. Un pueblecito pequeño y muy familiar.
Olivia era una niña muy alegre, divertida y emprendedora. Era delgaducha y alta, ojos verdes grandes y pelo moreno y algo alborotado. Vestía con colores muy divertidos y nunca combinaba su ropa, no era importante para ella. Nunca cambiaba de botas, siempre llevaba unas negras con cordones que ya estaban muy viejas, con la suela despegada del uso.
Marcos, su hermano, también era muy divertido y alegre. Físicamente eran completamente opuestos, era gordito, rubio y con ojos azules.  Combinaba muy bien su ropa, conjuntando colores y tejidos, era muy presumido, nada parecido a Olivia…
Lo que sí tenían en común era su travesura, sus ganas de investigar y de hacer trastadas allí por donde iban.
Era sábado y tocaba comida familiar en casa de la abuela. Se reunían más de treinta, pues todos vivían en el pueblo.
Tras la comida, Olivia y Marcos ya empezaron a tramar algo…
-Marcos, ¿Qué te parece si vamos al bosque a hacer una cabaña en el árbol como teníamos pensado?, dijo Olivia.
-Olivia, estamos de comida familiar, no podemos irnos ahora, respondió Marcos.
-Pero es el mejor momento Marcos, con tanta gente nadie se dará cuenta de que nos hemos ido, además solo será un momento, volvió a decir su hermana.
Tras esta conversación, se calzaron, se pusieron el abrigo y partieron para el bosque.
Tras una larga caminata para buscar el mejor árbol para hacer la cabaña, comenzó a llover. Pero eso no era lo peor, también empezó a anochecer y esa noche no había luna, tampoco habían cogido linternas.
Eran ya las diez de la noche y no habían encontrado el camino de regreso a casa, estaban empapados y decidieron meterse en una cueva de piedra para resguardarse de la lluvia y del frío. Los hermanos ya estaban asustados, sabían que en casa deberían estar muy  enfadados…
No querían ni pensar la regañina que les iba a caer al regresar a casa.
Eran ya las doce y los niños no podían salir de la cueva, comenzaron a llorar de desesperación hasta que a lo lejos vieron una pequeña luz de linterna. ¡Era la policía del pueblo!
-La que hemos liado, dijo Marcos a su hermana.
Los policías les recogieron y los llevaron a casa.
 Después de una gran bronca, Marcos y Olivia prometieron a sus padres no volver a salir al bosque sin antes avisar.

·         Presentación

Relámpagos, truenos y mucha lluvia. Agustina había ido al cementerio a poner unas flores a la tumba de su padre. Era el día de todos los santos.
Sonó el timbre de cierre del cementerio y la joven quedó dentro del recinto…

1 comentario:

  1. Fue corriendo a la verja y empezó a gritar: “Perdona, ¿Podría abrirme?” pero el vigilante ya estaba demasiado lejos para oírla. Se puso a buscar desesperada a un vigilante de guardia pero por más que buscó no encontró a nadie, por lo que se resguardo debajo del techo de un panteón, estaba mojada, cansada y con mucho frío con lo que se sentó en las escaleras y se apoyó en la puerta pero….de pronto ésta se abrió, Agustina muy asustada se levantó corriendo y se alejó de la puerta pero le pareció ver que había algo dentro, con lo que cuidadosamente con su arrugada y fría mano abrió la puerta. Al abrir la puerta no vio nada pero allí se encontraba más calentita, así que se puso a buscar algo para alumbrar, al poco tiempo encontró una linterna, la encendió y se puso a mirar aquel panteón era maravilloso, tanto que no parecía que allí hubiera un muerto.

    Vio lo que ella creía que era una tumba, estaba medio abierta así que empujó y rápidamente se dio cuenta que era una cama, con lo que empezó a pensar que en verdad aquello no era un panteón sino la casa de alguien. Encontró un interruptor y con un poco de miedo le dio, en esto que se encendió toda la sala, y ahí fue cuando vio unas escaleras de caracol que se dirigían hacia la parte de debajo de la sala, se quitó los zapatos, para sacarse los calcetines y escurrirlos un poco, después se los volvió a poner y se puso a bajar las escaleras con cuidado para no resbalarse.

    Estaba muy oscuro pero al apoyarse en la pared justo dio al interruptor, estaba todo muy sucio, lleno de polvo y a lo lejos parecía que había una cocina con algunos cacharros sin fregar, paso a la siguiente habitación y allí se encontró a alguien tumbado en un sofá, que se caía a trozos, se asomó para ver quién era y éste de repente se levantó asustado y ella pegó un grito; era su amigo Vicente, que había desaparecido hace unos años. Los dos asustados se pusieron hablar y a contarse todo lo que había pasado en todos estos años, así como lo que hacía allí Agustina.

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